Del liberalismo posible al liberalismo verdadero

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Del liberalismo posible al liberalismo verdadero

Del liberalismo posible al liberalismo verdadero — En 1887, Bartolomé Mitre sostenía que Argentina estaba en una “república posible en marcha hacia la república verdadera”, y se hacía eco así de una di...

En 1887, Bartolomé Mitre sostenía que Argentina estaba en una “república posible en marcha hacia la república verdadera”, y se hacía eco así de una distinción que Juan Bautista Alberdi había hecho años atrás. No sin motivo elegirían Natalio Botana y Ezequiel Gallo la misma fraseología para referirse al período histórico entre 1880 y 1916: lo que había comenzado como un país pobre, dividido y casi sin gobierno efectivo terminaba como un país rico, unificado y con un Estado nacional en condiciones de administrar la democracia naciente.

Para la Generación del ’80, la Argentina de 2025 sería irreconocible, porque ningún país en el mundo ha transitado un des-desarrollo como el nuestro. La república verdadera no se sostuvo y por mucho tiempo ni siquiera tuvimos una república posible.

Pero hoy, finalmente, un sector mayoritario de la población entiende que el camino del estatismo en realidad no tiene salida. Que el presidente sea hoy Javier Milei, liberal, libertario y hasta anarco-capitalista, probablemente sea la consecuencia directa del colapso sin par que sufrió la Argentina.

Sin embargo, a 18 meses de la toma de posesión de Milei, persisten críticas que sostienen que su gobierno que no es liberal. Se esbozan preguntas de diverso tenor, desde generales (“¿dónde están las bajas de impuestos? ¿Y las privatizaciones?”) hasta las más específicas y a veces sectoriales (“¿cuándo eliminan las retenciones? ¿Cuándo cierran los registros automotores?”).

El Gobierno puede, naturalmente, defenderse. Hacer un ajuste real del 25% y comenzar la baja de algunos impuestos y la desregulación de la economía ha llevado a resultados tan disímiles pero impactantes como la baja de 53% a 32% de la pobreza y de casi 300% a 47% de la inflación, la unificación cambiaria, el renacimiento del crédito, nuevas inversiones privadas (entre ellas la más grande de la historia), el abaratamiento relativo de los alquileres, y una larga lista de etcéteras. Los logros abundan y cimentan la base, además, de éxitos futuros.

Es cierto que Milei no cerró el Banco Central. También es cierto que la Asignación Universal por Hijo superó en términos reales a cualquier momento del último gobierno peronista. Son hechos que quizás uno no esperaría de un presidente anarcocapitalista. ¿Pero significan que no es liberal? Sería absurdo afirmarlo.

Los liberales críticos del gobierno parecen olvidar el hecho de que su partido controla menos del 15% del Congreso. Ningún presidente minoritario en las últimas décadas ha sido tan minoritario como Milei.

Los liberales, por su propia naturaleza, tienden a ser pésimos administradores del poder: el liberalismo político es ante todo una defensa del individuo frente al Estado, pero entonces ¿cómo gestionar una cosa de la que se desconfía? Aquí aparece la originalidad del presidente: la Realpolitik. Sistemáticamente durante la presidencia de Milei los recursos del Estado se han utilizado, y no repudiado, precisamente para liberar a los argentinos del yugo estatal. Veamos algunos ejemplos.

Se le critica a Milei que gobierna sin presupuesto, pero solo por su ausencia fue posible que alcanzara el equilibrio fiscal inmediatamente. Se le critica a Milei el uso de su poder de decreto; pero lo ha usado sobre todo para desregular, es decir ¡para quitarse poder a sí mismo!

Se le critica a Milei que desdeña el Congreso, pero gastó capital político en aprobar una sola ley, Bases, que ha sido fundamental para gobernar mientras sigue en extrema minoría. No es que en las acciones del gobierno de Milei no haya liberalismo; es que hay astucia, generalmente desconocida entre los liberales.

¿Sería deseable que el presidente no insulte a sus adversarios? Sí. ¿Pero sería Milei hoy presidente si su estilo no se hubiera basado en insultos? No. ¿Y estaríamos mejor con Massa o Bullrich como presidentes? No. Había un trabajo sucio que alguien tenía que hacer y que implicaba una ruptura: ni los buenos modos ni el consenso nos habían llevado a buen puerto.

Una Argentina perfecta nos brindaría un liberalismo verdadero con el que podríamos tener éxito. La Argentina imperfecta que tenemos nos brinda el liberalismo posible.

La tarea que Milei tiene por delante es titánica: más allá de los logros en la estabilización, lo cierto es que alguien tiene que desarmar de una vez la “república corporativa”, en términos de Jorge Bustamante en su libro de 1988. Quienes viven de privilegios concedidos por el Estado siguen tan fuertes como nunca, desde los empleados estatales que heredan puestos de trabajo hasta los empresarios prebendarios que viven de la protección aduanera y muchos otros. Hasta que el establishment, que el presidente llama “casta”, no pierda sus fuentes de financiamiento, Argentina no podrá cambiar de verdad.

La magnitud del desafío que enfrenta la Argentina y la extrema debilidad formal del gobierno han implicado un camino de reformas heterodoxo, pero no por eso menos liberal. Los liberales pueden estar ansiosos y es bueno que así sea, porque de hecho son pocos los que quieren las reformas que quiere Milei; pero dieciocho meses no es suficiente para juzgar la película completa. Si el Presidente logra persistir y trasladar su impulso a las áreas donde todavía ha habido cambios, quizás acabe su gobierno por finalmente transitar el camino del liberalismo posible al liberalismo verdadero.

Politólogo (UTDT). Investigador de la Fundación Libertad. Master of Arts in the Social Sciences en la Universidad de Chicago.

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